La lectura, en especial la de libros, es un factor fundamental para el crecimiento económico, político, social y cultural de las personas y de las naciones. El nivel de desarrollo de un país puede medirse por el número y la calidad de sus lectores, así como por la infraestructura que sostiene a la lectura y la escritura. Por otra parte, la lectura tiene que ver no sólo con las humanidades y las ciencias, sino con todos los campos del conocimiento, con todas las esferas de actividad. Leer bien, comprender lo que se lee, leer por gusto es un fundamento indispensable para ir adelante en la era del conocimiento.
En los últimos veinte años se ha ido aguzando la conciencia de que los niveles de lectura en México son muy inferiores a los que demanda la exigencia de desarrollo del país y a los que supondría el nivel de alfabetización. La dificultad de las escuelas para formar lectores, la escasa producción editorial, el número insuficiente de bibliotecas y librerías, la reducida circulación de los medios impresos, son síntomas de la ausencia del hábito lector en el país, un problema que no solo de un pequeño grupo de ilustrados, sino de toda la población.
Por ello, en todos los niveles de gobierno, sobre todo el federal, se ha asumido como imperativo poner en marcha un programa permanente para hacer de México un país de lectores, es decir, para estimular la lectura en todos los sectores sociales, esto a partir del 2000.
Sin embargo, La existencia de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro y el impulso a las Bibliotecas de Aula, son medidas que han ayudado pero no han resuelto el problema de la lectura en México.
Elevar los niveles de lectura de libros requiere la participación de toda la sociedad: de las familias y las escuelas, de los centros de estudios superiores y las instituciones de cultura, de las organizaciones ciudadanas, las empresas privadas y las dependencias de gobierno.
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