ESTRATEGIAS DE LECTURA
Empecemos este apartado situando el asunto que vamos a considerar. Para César Coll (1987, 89) "un procedimiento – llamado también a menudo regla, técnica, método, destreza o habilidad – es un conjunto de acciones ordenadas y finalizadas, es decir, dirigidas a la consecución de una meta".
La estrategia tiene en común con los demás procedimientos su utilidad para regular la actividad de las personas, en la medida en que su aplicación permite seleccionar, evaluar, persistir o abandonar determinadas acciones para conseguir la meta que nos proponemos.
Un aspecto que caracteriza también a las estrategias es que no detallan ni prescriben totalmente el curso de una acción; las estrategias son sospechas inteligentes, aunque arriesgadas acerca del camino más adecuado que se debe tomar. Su potencialidad reside precisamente ahí, en que son independientes de un ámbito particular y pueden generalizarse. Un componente esencial de las estrategias es que implican autodirección (la existencia de un objetivo y la conciencia de que ese objetivo existe) y autocontrol, esto es, la supervisión y evaluación del propio comportamiento en función de los objetivos que lo guían y la posibilidad de imprimirle modificaciones cuando sea necesario.
Las estrategias de lectura son, pues, procedimientos de carácter elevado que implican la presencia de objetivos que cumplir, la planificación de las acciones que se desencadenan para lograrlos, así como su evaluación y posible cambio. Si las estrategias son procedimientos y los procedimientos son contenidos de enseñanza, entonces hay que enseñar estrategias para la lectura y comprensión de textos. Además, si las estrategias de lectura son procedimientos de orden elevado que implican lo cognitivo y lo metacognitivo, en la enseñanza no pueden ser tratadas como técnicas precisas, recetas infalibles o habilidades específicas. Lo que caracteriza a la estrategia es su capacidad para representarse y analizar los problemas y la flexibilidad para dar soluciones.
Existe un acuerdo generalizado en aceptar que, cuando se posee una habilidad razonable para la descodificación, la comprensión de lo que se lee es producto de tres condiciones principales:
a) de la claridad y coherencia del contenido de los textos, de que su estructura resulte familiar o conocida y de que su léxico, sintaxis y cohesión interna posean un nivel aceptable.
b) del grado en que el conocimiento previo del lector sea pertinente para el contenido del texto, es decir, de la posibilidad de que el lector posea los conocimientos necesarios que le van a permitir la atribución de significado a los contenidos del texto.
c) de las estrategias que el lector utiliza para intensificar la comprensión y el recuerdo de lo que lee, así como para detectar y compensar los posibles errores y fallos de comprensión.
En síntesis, es necesario enseñar estrategias de comprensión porque aspiramos a hacer lectores autónomos, capaces de enfrentarse de manera inteligente a textos de muy distinta índole, la mayoría de las veces distintos de los que se usan cuando se instruye. Hacer lectores autónomos significa también hacer lectores capaces de aprender a partir de los textos. Para ello, quien lee debe ser capaz de interrogarse acerca de su propia comprensión, establecer relaciones entre lo que lee y lo que forma parte de sus propios conocimientos y experiencias, cuestionar sus conocimientos y modificarlos, establecer generalizaciones, etc.
Las estrategias que se deben enseñar han de permitir al alumno la planificación de la tarea general de lectura y su propia disposición ante ella (motivación, disponibilidad, etc.); también deben facilitar la comprobación, la revisión y el control de lo que se lee y la toma de decisiones adecuada en función de los objetivos que se persigan.
Empecemos este apartado situando el asunto que vamos a considerar. Para César Coll (1987, 89) "un procedimiento – llamado también a menudo regla, técnica, método, destreza o habilidad – es un conjunto de acciones ordenadas y finalizadas, es decir, dirigidas a la consecución de una meta".
La estrategia tiene en común con los demás procedimientos su utilidad para regular la actividad de las personas, en la medida en que su aplicación permite seleccionar, evaluar, persistir o abandonar determinadas acciones para conseguir la meta que nos proponemos.
Un aspecto que caracteriza también a las estrategias es que no detallan ni prescriben totalmente el curso de una acción; las estrategias son sospechas inteligentes, aunque arriesgadas acerca del camino más adecuado que se debe tomar. Su potencialidad reside precisamente ahí, en que son independientes de un ámbito particular y pueden generalizarse. Un componente esencial de las estrategias es que implican autodirección (la existencia de un objetivo y la conciencia de que ese objetivo existe) y autocontrol, esto es, la supervisión y evaluación del propio comportamiento en función de los objetivos que lo guían y la posibilidad de imprimirle modificaciones cuando sea necesario.
Las estrategias de lectura son, pues, procedimientos de carácter elevado que implican la presencia de objetivos que cumplir, la planificación de las acciones que se desencadenan para lograrlos, así como su evaluación y posible cambio. Si las estrategias son procedimientos y los procedimientos son contenidos de enseñanza, entonces hay que enseñar estrategias para la lectura y comprensión de textos. Además, si las estrategias de lectura son procedimientos de orden elevado que implican lo cognitivo y lo metacognitivo, en la enseñanza no pueden ser tratadas como técnicas precisas, recetas infalibles o habilidades específicas. Lo que caracteriza a la estrategia es su capacidad para representarse y analizar los problemas y la flexibilidad para dar soluciones.
Existe un acuerdo generalizado en aceptar que, cuando se posee una habilidad razonable para la descodificación, la comprensión de lo que se lee es producto de tres condiciones principales:
a) de la claridad y coherencia del contenido de los textos, de que su estructura resulte familiar o conocida y de que su léxico, sintaxis y cohesión interna posean un nivel aceptable.
b) del grado en que el conocimiento previo del lector sea pertinente para el contenido del texto, es decir, de la posibilidad de que el lector posea los conocimientos necesarios que le van a permitir la atribución de significado a los contenidos del texto.
c) de las estrategias que el lector utiliza para intensificar la comprensión y el recuerdo de lo que lee, así como para detectar y compensar los posibles errores y fallos de comprensión.
En síntesis, es necesario enseñar estrategias de comprensión porque aspiramos a hacer lectores autónomos, capaces de enfrentarse de manera inteligente a textos de muy distinta índole, la mayoría de las veces distintos de los que se usan cuando se instruye. Hacer lectores autónomos significa también hacer lectores capaces de aprender a partir de los textos. Para ello, quien lee debe ser capaz de interrogarse acerca de su propia comprensión, establecer relaciones entre lo que lee y lo que forma parte de sus propios conocimientos y experiencias, cuestionar sus conocimientos y modificarlos, establecer generalizaciones, etc.
Las estrategias que se deben enseñar han de permitir al alumno la planificación de la tarea general de lectura y su propia disposición ante ella (motivación, disponibilidad, etc.); también deben facilitar la comprobación, la revisión y el control de lo que se lee y la toma de decisiones adecuada en función de los objetivos que se persigan.
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